martes, 8 de mayo de 2012

Ensayo de libro "Ética Para Amador" (Nicole Aguilar)





 INTRODUCCIÓN


Savater en su libro “Ética para Amador” intenta dar una serie de explicaciones que intentan llegar al fondo de la ética misma, si bien no para dar una solución o la fórmula perfecta para vivir en la sociedad, pero si para reflexionar y realizar una propia búsqueda acerca de cómo vivir la vida.
En el presente ensayo para la asignatura de Ética Profesional, se presentan las síntesis de cada uno de los capítulos que conforman este libro y posteriormente, un análisis de acuerdo a la perspectiva personal de quien escribe, en la que se intenta hacer una interpretación acerca de los contenidos leídos en el texto, llevándolo también a la propia experiencia y reflexión para, de este modo, complementar la comprensión de lo expuesto por el autor.







RESUMEN




Capítulo I: De qué va la Ética

Existen muchos saberes y ciertamente no podemos saberlos todos, ser especialistas en algunas áreas y ser ignorantes en otras, lo cual no impide seguir adelante. Lo que sí se debe tener en cuenta, es que existen variados modos de vivir pero algunos de ellos, no nos permitirían hacerlo, por lo que hay cosas esenciales que se debe saber si lo que se quiere es vivir. En otras palabras, un saber del cual no se puede prescindir es que existen cosas buenas (lo que conviene) y malas (aquellas que no). No siempre las cosas son tan sencillas como decir esto me conviene y esto otro no, sino que a veces lo que es malo parece ser más o menos bueno, mientras que lo bueno nos parece ser malo. Los humanos estamos provistos de libertad a diferencia de los animales, por lo que podemos inventar y elegir, en parte nuestra forma de vida mientras que los animales sólo pueden optar a aquello que la naturaleza los ha programado a hacer. No tenemos control de aquello que nos pasa pero sí de cómo respondemos a esto, teniendo la opción de errar y corregir las fallas en un futuro, y específicamente a ese saber vivir se le llama ética.


Capítulo II: Órdenes, Costumbres y Caprichos

Cada vez que hacemos algo, lo hacemos de acuerdo a nuestras preferencias. Sin embargo, no siempre hacemos lo que realmente queremos, sino que elegimos entre las opciones que las circunstancias nos imponen, aquello que preferimos en mayor o menor grado dependiendo de la situación y muchas veces desearíamos no tener que elegir. Cuando las cosas son así, somos libres pero de optar en circunstancias que no hemos elegido vivir, como sucede en el ejemplo del capitán quien frente a una tormenta se ve obligado a elegir entre arrojar al mar la mercancía o salvarse él junto a su tripulación, siendo que el preferiría no optar por ninguna de las dos. No todo es tan trágico como en el ejemplo, y tampoco pasamos el  día pensando que nos conviene o no. Existen diferentes motivos o razones por las cuales haces lo que haces, nos encontramos con las órdenes, aquello que hacemos porque alguien nos lo manda a hacer, costumbres, aquello que hacemos tan repetidas veces que las hacemos ya sin pensar que dependen de los demás y los caprichos, aquello que se hace por que se te da la gana, que dependen sólo de ti.


Capítulo III: Haz lo que quieras

Existen ciertas situaciones en que las motivaciones no bastan para explicar lo que hacemos, no convencen que sean lo único que hay detrás de las acciones. Esto tiene que ver con la libertad, que no sólo consiste en decidir sino que también en saber lo que estás decidiendo. Lo que significa que debemos detenernos a pensar al menos dos veces antes de hacer algo: una para ver qué motivación condiciona mi acción y la segunda para preguntarse ¿pero por qué hago (lo que me ordenan o lo que suelo hacer)? Por lo tanto, para hacer buen uso de la libertad (en esto consiste la moral), se debe dejar a un lado las órdenes, costumbres y caprichos puesto a que no siempre serán los motivos adecuados para actuar. En la infancia podríamos decir que sólo ellas bastan para vivir lo que otros han inventado para mí, pero cuando se es adulto, se debe ser capaz de inventar la propia vida teniendo en cuenta que no siempre lo que es bueno para uno, no lo es para todos. No es fácil decir cuándo un humano es bueno o no, puesto a que no sabemos para qué servimos pero sí que existen varias formas de ser bueno dependiendo de qué hagamos.


Capítulo IV: Date la buena vida

Al plantear como lema fundamental de la ética: “haz lo que quieras”, se debe dejar a un lado las motivaciones comunes y dejar de planteárselo desde afuera (sociedad) y hacerlo desde uno mismo. Este lema, además presenta una contradicción: te piden que hagas lo que quieras, pero si haces lo que quieres estarías obedeciendo a esta orden y si no, de todos modos estarías haciendo lo que quieres y que es justamente lo que se está pidiendo que hagas. Por lo que estamos sentenciados a ser libres, hagamos lo que hagamos hacemos uso de nuestra libertad. No se debe confundir “haz lo que quieras” con el “hacer lo que se te da la gana” pues no siempre el segundo concuerda con lo que realmente quieres en la vida y si haces caso sin pensarlo bien a lo segundo luego te puedes arrepentir, como le pasó a Esaú cuando renunció a su herencia por un plato de lentejas. A lo que se apunto con esta orden es a que vivas la buena vida pero humana, puesto a que esta es buena pero en relación con otros, y me humanizo sólo cuando yo hago humanos a los demás al tratarlos como tales.


Capítulo V: ¡Despierta, Baby!

Recordando los casos de Esaú y el ciudadano Kane, podemos decir que estos hicieron lo que quisieron en su momento con sus vidas pero no lograron darse la buena vida. Esaú renunció a su herencia por un impulso natural como querer saciar hambre incurriendo en el error de simplificar más de la cuenta la vida cuando si pensó así, estaba pensando en la muerte y no en la vida, la cual siempre implica obstáculos. Mientras que Kane, que también simplificó la vida, renunció hasta a su última fibra de humanidad al tratar a todo y a todos como objetos guiado por su ambición. Lo que sucede es que las cosas que poseemos también nos poseen a nosotros, la vida es más compleja de lo que imaginamos, no sólo necesitamos de las cosas materiales sino que existe una necesidad de afecto detrás de todo y el error en que se debe evitar incurrir es en tratar a las personas como objetos. No podemos sacar de una cosa más que cosas y de alguien nada más que lo que es. De modo que si tratamos al otro como objeto no conseguiremos más que esto y no afecto sincero que como seres humanos requerimos para llevar una buena vida humana.


Capítulo VI: Aparece Pepito Grillo

La única obligación que tenemos en la vida es no ser imbéciles morales, es decir, aquel que cojea pero no de las piernas sino que del alma. Podemos distinguir en la sociedad varios tipos de ellos y todos necesitan apoyarse en cosas externas que no incluyen a la libertad o reflexión propia y nunca logran vivir la buena vida. Lo opuesto a ser imbécil moral es la conciencia, que nos curará de este mal, algunos la poseen como un don innato mientras que otros, deben esforzarse más para desarrollarlo a través de la práctica, como quien afina su oído musical con el tiempo. Uno puede ser egoísta sin ser imbécil, es decir, querer lo mejor para sí mismo, o egoísta consecuente, que sabe lo que le conviene para vivir bien y lucha por ello o bien ser un egoísta imbécil, cuando no sabe que es lo que le conviene, transformándose hasta en su peor enemigo. Cuando nos sentimos culpables de nuestro mal comportamiento yendo en contra de lo que realmente queríamos como humanos, surgen los remordimientos que no existirían si no fuésemos libres y el ser conscientes de nuestra libertad, es lo que nos convierte finalmente en seres responsables.


Capítulo VII: Ponte en su lugar

Lo que a la ética le importa es como vivir bien la vida humana, es decir aquella que se da sólo entre humanos. Dos visiones diferentes de acerca de cómo podría el hombre reaccionar en su relación con otro, son el caso de Robinson Crusoe y la de Marco Aurelio; podemos reaccionar con cautela, viendo al otro como un enemigo en caso de que se siga por la línea salvaje y si se quiere ser humano, ver al otro como un semejante a pesar de las diferencias, como ocurre con Crusoe al enfrentarse con la existencia de otro humano en la isla, probablemente salvaje y caníbal, o bien del modo en que el emperador ve las cosas, donde lo más importante está en no olvidar que el otro me conviene sólo por el hecho de ser tan igual a mí, en la condición de ser humano. Al final la ventaja más importante que podemos sacar de nuestros semejantes es la complicidad y afecto de seres libres, o sea, refuerzo de mi humanidad. Tratar al otro como persona consiste en intentar ponerse en su lugar, lo que significa considerarlo tan real como a mi misma siendo el único interés que debiera existir entre humanos el trato recíproco de humanos como tal.


Capítulo VIII: Tanto gusto

La mayoría de las personas al hablar de lo moral e inmoral, piensan inmediatamente que lo que se dirá está relacionado con sexo. Siendo que es algo natural y que mientras hace disfrutar a dos sin dañar a nadie, no tiene nada de malo y al ser nosotros un cuerpo, debemos proporcionarle satisfacción y bienestar sino no valdría la pena una buena vida. Lo que explicaría este fenómeno de relacionar lo inmoral con el sexo, sería el miedo al placer y como la relación sexual consiste en aquel placer más intenso y asustaría puesto a que nos agrada mucho. Si estos placeres nos alejan demasiado de otras cosas que también importan en la vida, a parte de satisfacer al cuerpo, hay que preocuparse, puesto a que ya no sería un placer sino un castigo disfrazado de placer que puede resultar letal. Y la ética busca apostar siempre porque la vida vale la pena y las penas que conforman nos llevan a los placeres que nos hacen disfrutar de la vida y lo máximo que podemos obtener de ellos es la alegría (templanza) y todo aquello que nos aleje de ella es signo de que estamos disfrutando con algo que es malo.

Capítulo IX: Elecciones generales

Para lo único que la ética sirve es para intentar mejorarse a uno mismo y no para venir a darse atribuciones para criticar a cuanto grupo de personas se nos cruce por delante y ponerlos en el ojo del huracán, como sucede con los políticos, mujeres, etnias, condiciones socioeconómicas o tendencias sexuales diferentes tengan. Tendemos a generalizar y a acusar a los políticos que son todos corruptos o que no poseen ética, siendo lo más probable que ellos se parezcan mucho a quienes votamos por ellos para que ocupen un cargo público por lo que sus defectos están expuestos a habladurías, ganándose así una mala fama. Pero lo que importa es ver si existe una relación entre la ética y la política y como interactúan éstas, siendo la ética el arte de elegir lo bueno y vivir lo mejor posible, mientras que la segunda, organizar lo mejor posible la convivencia social. En resumen, el llamado es a vivir en armonía, respetarnos como humanos, aprender a considerar los intereses de otros como propios (justicia) sin olvidar la dignidad la cual nos sirve para reconocernos como seres únicos e irrepetibles, que es lo único que finalmente, no se tranza y/o vende.



ANÁLISIS POR CAPÍTULO


Capítulo I: De qué va la Ética
“Y como podemos inventar y elegir, podemos equivocarnos, que es algo que a los castores, las abejas y termitas no suele pasarles. De modo que parece prudente fijarnos bien en lo que hacemos y procurar adquirir un cierto saber vivir que nos permita acertar. A ese saber vivir, o  arte de vivir si prefieres, es a lo que llaman ética”. Decidí iniciar con esta cita, puesto a que creo conforma parte de los dichos principales que el autor quiere dejar en claro en cuanto a conceptos, a lo largo del primer capítulo del texto, en su intento de adentrarse a definir “ética” de modo que quien lo lea pueda comprenderlo de la manera más sencilla posible. Partir desde el hecho de que como seres humanos, nos dota de una cualidad que es propia e innata que es la libertad, que no poseen los demás seres vivos, esto nos abre un abanico de opciones de las cuales podemos elegir aquella que nos parezca más o menos conveniente dependiendo de la situación que tengamos en frente. Claro está que no somos omnipotentes como lo vendría a ser Dios, según mi creencia católica el único capaz de saberlo todo (él que todo lo puede, todo lo sabe), por lo que no tenemos el control de las cosas que nos pasan pero sí la opción de elegir como respondemos a ellas, utilizando nuestra condición natural. Carecemos de la perfección completa y en el camino cometemos errores, cosa que en el mundo animal no suele ocurrir, y el saber vivir de eso se trata, de darse cuenta de ello y en la siguiente oportunidad procurar actuar de la mejor manera posible.


Capítulo II: Ordenes, Costumbres y Caprichos
Francamente, vivimos la vida sin ser conscientes muchas veces del por qué actuamos de tal manera, sin buscar más explicaciones sino que simplemente vivimos e incluso, me arriesgo a decir a que vivimos pero inconscientemente (con esto me refiero a que hacemos muchas cosas sin ir más allá de la acción). Claro está, que no es sano pasarnos todo el día pensando el por qué hacemos lo que hacemos con cada cosa que hacemos, como exagera en un ejemplo de la cotidianidad que menciona Savater, respecto a cómo sería nuestra vida si pensáramos a cada segundo mientras caminamos, qué pie estoy moviendo: “ahora el izquierdo, luego el derecho…” esto entorpecería nuestro actuar en otras cosas que sí valdrían la pena estar más atento al hacerlas, como lo sería por ejemplo cruzar la calle de modo seguro, si ocurriera lo del ejemplo de los pies, corro serio peligro de morir en el intento de cruzar la calle. Otro punto relevante que me agrada que Savater haya mencionado, no sólo la identificación de las motivaciones ocultas tras nuestros actos (ordenes, costumbres y caprichos) sino que el balance y “hasta qué punto es aconsejable obedecer” o seguir al pie de la letra lo que nuestros motivos (caprichos) o aquellos motivos que nos dicta la sociedad (ordenes, costumbres) nos dice. Por lo qué ahí entra en juego nuevamente nuestra libertad de decisión y selección frente a cómo respondemos a lo que nos pasa, hasta qué punto estamos dispuestos a arriesgar si no obedecemos o  a acatar aunque nos cueste caro.


Capítulo III: Haz lo que quieras
Concuerdo con Savater al mencionar que cuando se es adulto ya no se puede seguir en una etapa que más se ajusta al vivir de un niño, que considera para su actuar tan sólo a las motivaciones comunes, y esto no es más que una fase natural de crecimiento que se construye desde la familia o entorno en que el niño ha crecido y se han encargado de construir esa forma de vivir para nosotros. Pero no podemos quedarnos estancados en esa etapa a medida que crecemos, y en mi caso que me estoy formando como profesional desligándome del cascarón y nicho en cual me crié. Por lo que debo ir construyendo mi propia vida conmigo y con la sociedad, dar un paso más allá y continuar con la segunda reflexión antes de hacer algo. Si sólo actuáramos fundados en la primera pregunta, nos estaríamos limitando a actuar por lo que la sociedad dicta, sin considerar mi opinión respecto a lo que todos consideran válido y a veces puede no serlo, o también de modo automático si nos quedamos con que yo hago las cosas porque se me da la gana. Por otro lado, en cuanto a la conclusión de Savater de que no sabemos cuando un humano es bueno y cuando no, debido a que no sabemos para qué servimos. Concuerdo con él, pero la verdad es que no tiene una respuesta única para todos, sino que cada uno tiene la tarea de hallar para qué servimos, en la búsqueda de la vocación, en mi caso ser fonoaudióloga, y tan sólo en mi esfuerzo y constancia lograré ser una “buena” profesional.


Capítulo IV: Date la buena vida
“Por eso un filósofo francés de nuestro siglo, Jean-Paul Sartre, dijo que: estamos condenados a la libertad”. Esa frase seleccionada por Savater y ahora elegida por mí, me parece que resume en parte a todo este capítulo y que engloba a la vez la paradoja de la libertad: somos esclavos de la libertad. Es totalmente cierto, haga lo que haga aunque yo quisiera convertirme en una súbdita de algún magnate o discípula de algún líder de una secta, ya estaría haciendo uso de mi libertad, sólo por el hecho de decidir que quiero que otros decidan por mí y me den órdenes. Y si seguimos la premisa: “haz lo que quieras” que propone el mismo autor, sucede exactamente lo mismo, si obedezco estaría haciendo uso de mi libertad al optar por hacer lo que me piden y si no hago caso estaría de todos modos actuando con libertad. La gracia de todo esto es hacer uso de mi libertad para vivir bien, ir en la búsqueda del darme la buena vida, que de eso se trata la ética. Y esto implica que, para que sea buena debo vivirla con la sociedad, tan sólo ellos pueden humanizarme pero para eso yo primero debo hacerlos humanos. Este término de “humanización” me llegó en el sentido de que este es un principio fundamental que yo, como futura fonoaudióloga debería tener en cuenta para el trato con el paciente, si no lo trato como un humano como tal sino que como a un objeto o como medio para recibir una paga, ¿en dónde estaría mi buena vida humana? ¿Cómo espero descaradamente que me traten como humano?


Capítulo V: ¡Despierta, Baby!
Somos por naturaleza seres sociales que necesitamos de los otros para poder vivir, nos buscamos por un sentimiento de necesidad recíproca a relacionarnos con los unos con otros, si no nos necesitásemos mutuamente no nos buscaríamos, por ejemplo nunca se hubiesen creados sistemas o herramientas para poder comunicarnos, partiendo por el lenguaje, de frentón, no existiría como tal. Solo en nuestra relación con otros humanos hemos logrado el desarrollo o el progreso, pero antes de esto, nos hicimos humanos a partir de nuestro trato como seres humanos como tales. Es tan impresionante el modo en que el trato que le damos al otro influye tanto en cómo éste me trata a mí, por lo que puedo decir sin tapujos, que la mayoría de las veces, uno recibe el trato que merece y esto en son a lo que nosotros hemos sembrado. Es por ello, que dentro de todo, para uno poder darse la buena vida y humanamente, debe poner especial énfasis en este detalle, primordial es no pecar en tratar al otro como si fuera un objeto sino que como un ser humano valioso y que tiene algo que entregar así como nosotros a ellos y que sólo los humanos podemos brindar: afecto sincero que ni todo el oro del mundo puede comprarlo o darlo. Yo puedo decir, me siento afortunada en este sentido, de poseer una amistad sincera y recíproca con una amiga del colegio, que conocí en la media y que luego en 4º medio se cambió escuela pero a pesar de esta separación la amistad perduró  y de hecho es mi mejor amiga en la actualidad.   


Capítulo VI: Aparece Pepito Grillo
De este capítulo no puedo pasar por alto la clasificación de imbéciles morales, de la que habla Savater, y no puedo sino más que identificarme con uno de ellos: “el imbécil que sabe que quiere y lo que quiere, y más o menos por qué lo quiere pero lo quiere flojito”. Me siento aludida en algunos aspectos, porque así es como actúo frente a varias cosas importantes, por ejemplo en mi empeño de ser mejor alumna y no farrearme las oportunidades de tener un buen desempeño en la universidad (a futuro) porque deseo convertirme en una profesional competente con una buena preparación en todos los ámbitos (no sólo en mis anhelos, sueños y buenas intenciones sino que también en conocimientos). Pero, ¿en dónde incurro en este tipo de imbecilidad?, en que tiendo a dejar lo que puedo hacer hoy, para mañana y luego caigo, en el característico dicho chileno: “hacemos todo a última hora, como buen chileno”. Algo totalmente opuesto al ser imbécil, como bien lo menciona el autor, es la conciencia. Y dentro del mismo ejemplo que mencioné acerca de mi experiencia propia, es que tengo plena conciencia de mi error y sé lo que me conviene para llevar un buen vivir y estoy luchando para conseguirlo, por lo que eso me convertiría en una egoísta consecuente y además responsable de mis acciones. No haber hecho lo que realmente quería en el momento, me hizo sentir remordimientos y esto no me sucedería si no fuese libre, como soy consciente de mi real libertad, me convierto en responsable.


Capítulo VII: Ponte en su lugar
¿Que podría ser más importante en el vivir humanamente en la sociedad que tratar al otro como un ser humano y ponerme sin dudarlo, en el lugar del otro? Sinceramente, no puedo imaginar otra cosa que esto como el pilar fundamental que debo poseer y aplicar para relacionarme con los demás y humanamente: que vendría siendo en una sola palabra: empatía. Concuerdo con Sabater cuando con las siguientes palabras: “la mayor ventaja que obtener de nuestros semejantes no es la posesión de más cosas (o el dominio sobre más personas tratadas como cosas, como instrumentos) sino la complicidad y afecto de más seres libres. Es decir, la ampliación y refuerzo de mi humanidad”, logra decir qué es lo único que podemos obtener de nuestra relación con otro ser semejante a nosotros.  Tanto en mi profesión como en el resto de las áreas de mi vida, con las diferentes personas con quienes me relacione, debo ser capaz de reconocerme en el otro, verlo y tratarlo seriamente como alguien tan real y tan humano como yo, con los mismos derechos y con la misma necesidad de requerirnos mutuamente, para poder vivir la buena vida humana. Sobre todo como profesional, debo procurar comprender a mi paciente, ponerme en sus pies por un momento y ver cuál es su punto de vista respecto de las cosas y a partir de ello comenzar a analizar que es lo que quiere de la vida, qué es lo que lo motiva a seguir o no adelante y utilizar esto (además de mis conocimientos) para tratarlo y ver que estrategia finalmente, me permitirá sacarlo adelante.


Capítulo VIII: Tanto gusto

Cuando en el capítulo se habló de los “puritanos”, quienes creen que cuando se vive bien, se debe pasarla mal y que cuando uno lo está pasando mal está viviendo bien, recordé el caso de una amiga cuya orientación sexual es diferente a la “común”, y poniéndome en el caso de que ella no estuviera siendo fiel a su sentir y para que cumpliera con estos cánones que dictan los puritanos, tendría que haber ocultado su verdadera identidad y fingir ser quien no era, y pasándola obviamente mal porque no estaría siendo feliz. En su caso afortunadamente no es así y ella es quien siente que es y no tiene miedo de decirlo. El punto es que yo me vi en conflicto con mi familia, puesto a que su carácter es conservador y religioso (católica), ya que ellos creían que las parejas sólo podían estar formadas por hombres y mujeres, porque “así lo dice Dios” según la Biblia y por otro lado, porque así lo indica la anatomía humana, hombres y mujeres están hechos para que estén juntos y así, en un sentido más biológico, puedan procrear y perpetuar la especie. Es por esta firme postura que sostenían mis padres es que no sabía si contar o no la situación de mi amiga (acostumbro a hablar de todo con ellos) cuando ellos me preguntaban sobre ella, por temor a su reacción y a que pudieran encontrar poco menos que “inmoral” (haciendo mal uso del concepto, puesto a que en la opción de vida que ella tomó no está haciéndole daño a nadie) a mi amiga por tener dicha opción sexual y que quisieran por ello que yo terminara con esa amistad.


Capítulo IX: Elecciones generales

“¡La política es una vergüenza, una inmoralidad, los políticos no tienen ética”, esta frase refleja y describe bastante bien el escenario que existe en la sociedad  en la mayor parte del mundo. Si bien, yo aún no he ejercido mi derecho a voto y recién este año estoy inscrita en los registros electorales y no porque yo haya decidido inscribirme, sino que por que gracias a la ley de inscripción de voto automático que se promulgó no hace mucho, soy parte de los futuros electores del país. Y me estoy dando cuenta del error que he cometido de muchas veces, ser parte de la población que critica o señala con el dedo aquello que no me parece que se está haciendo bien en este Gobierno. Pero resulta que yo no soy quien para venir a lanzar dardos al blanco, puesto a que no estaría actuando éticamente y sino me agrada lo que veo, en vez de criticar debería hacer escuchar mi voz mediante el voto. Y para hacer que de este país uno con el que me sienta más de acuerdo, es aportar desde mi carrera, desde aquello que puedo aportarle a la sociedad con lo que estoy haciendo uso de mi libertad, tratando a mis semejantes, específicamente a mis pacientes, como seres humanos, respetando su dignidad y haciendo de sus intereses como si fueran los míos, es decir, aplicando justicia para generar un ambiente en el cual se pueda vivir con armonía.









CONCLUSIÓN


A modo de conclusión del texto filosófico de Savater: Ética para Amador, existen principios fundamentales que como seres humanos debemos tener en consideración real para poder vivir en sociedad. No cabe duda acerca de nuestra condición innata de ser libres y que a la vez esta libertad se contradice puesto a que siempre somos esclavos de ella aunque no lo queramos. Y no consiste en dejarse llevar, sino que en pensar más de una vez acerca de lo que realmente queremos hacer y de buscar aquello que nos conviene siempre y cuando esto no implique daño para los otros y atienda a nuestro fin de llevar una vida con alegría, siempre privilegiando el vivir y no la muerte, de eso se trata la ética, de buscar la manera de llevar un buena vida intentando buscar la mejor manera de vivirla con los otros. No podemos ir por la vida tratando a las personas como objetos que se tranzan sino que debemos tratarlos como seres humanos con sentimientos y que son semejantes a mí por lo que me convienen de buena manera, no porque a través de ellos poder sacar beneficios materiales sino que tan sólo ellos son capaces de otorgarnos algo que es único de nuestra especie podemos entregar a su semejante que es el afecto sincero y esto lo podemos recibir siempre y cuando yo lleve una buena vida humana, es decir, dando afecto, dando un buen trato, respetando su dignidad y reflejándonos en ellos tomando sus intereses como lo míos, sólo así podremos también ser humanizados y así vivir en una sociedad más armónica.



























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